jueves, 15 de enero de 2009

Navidad. Parte 1.

Pasé Navidad en mi casa.
Por alguna razón, esta vez saqué el pasaje con harta anticipación, algo me hizo comprarlo en agosto y, más encima tomarme una semana de vacaciones, como si fuera la dueña del planeta. No pensé en pega ni nada, solo compré el pasaje, elegí las fechas que me parecieron prudentes y listo. Pensamiento cero. Actuación 100%.
El primer día me hice la tonta todo el día, pero ya al día siguiente, asumí que tenía que enfrentar lo que no quería, me tenía que despedir. Y honestamente, no quería llorar. No quería vivir ese dolor de decir adiós.
Después de varias vueltas, amagos de acercamientos, de rondar, de ir y retroceder, de posponer, decidí entrar a la pieza de mi abuelo, me acosté su cama y todo se dio, la misma tranquilidad que él tenía, la misma humildad que él expelía, toda ese pieza estaba inundada de bondad, de él tan presente, me llené de los aromas que él dejó, lloré de pena y lloré de risa con sus recuerdos, veía su carita en paz, su carita contenta, siempre tan agradecido por todo, su manitos suaves, su entrega para dejarse cuidar sin jamas quejarse, él todo lo agradecía. Después de ese día, todos los días me pasaba a acostar a su cama un ratito y oler sus cojines con olor a paz.